Con el paso de años, aparecen los trastornos físicos, sensitivos y cognitivos y, con ellos, aumenta el riesgo de caídas. La OMS prevé que en 2030 una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. En el año 2050, la población mundial en esa franja de edad se habrá duplicado, alcanzando los 2100 millones. Ante estos números, es imperativo saber por qué se producen las caídas de personas mayores, cómo se pueden evitar y qué consecuencias tienen. Para poder analizar estas cuestiones a fondo, Fundación MAPFRE ha actualizado el Estudio FALL-ER: registro multicéntrico de personas mayores de 65 años atendidas por una caída en servicios de urgencias españoles.
TEXTO: SARA GARBAJOSA BARROSO
Carmen, de 84 años, tropezó y cayó cuando se dirigía a la cocina. Afortunadamente, su nieta, que estaba con ella, pudo ayudarla a levantarse y llamar a los servicios de emergencia. Las pruebas radiológicas demostraron que Carmen se había roto la cadera y necesitaba ser operada de urgencia. Esto mismo le ocurrió a Antonio, de 87 años. También tuvo que ser intervenido por una fractura de cadera tras una mala pisada bajando las escaleras de su domicilio en Madrid. Las secuelas han hecho que ya no pueda vivir solo al perder autonomía y ahora vive en una residencia donde recibe toda la ayuda que necesita en su día a día. En todo el mundo, a nivel mundial, cada año se producen 37,3 millones de caídas cuya gravedad requiere atención médica.
Precisamente, son las personas mayores de 60 años quienes más sufren estos incidentes, en muchos casos mortales: más de 680.000 personas fallecen a consecuencia de una caída, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Lo cierto es que actualmente se ve como algo ineludible que las personas más mayores sufran caídas. Esta concepción, totalmente errónea, debe desaparecer si tenemos en cuenta que, en muchos casos, son evitables. Antonio se empeñó en utilizar las escaleras cuando dispone de ascensor. Igualmente, Carmen tropezó con un objeto en el suelo que no debía estar ahí, un cable mal puesto.
Hay que tener en cuenta que actualmente las personas viven más tiempo. La esperanza de vida va aumentando año tras año. Según los últimos datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística de España, la esperanza de vida del país se sitúa en los 83,58 años, una de las más altas de Europa. Pero esta tendencia no es solo española, en este sentido, la OMS prevé que en 2030 una de cada seis personas en el mundo tendrá 60 años o más. Dicho en otras palabras, este grupo de población habrá aumentado de 1000 millones en 2020 a 1400 millones.
En el año 2050, la población mundial en esa franja de edad se habrá duplicado, alcanzando los 2100 millones. Se prevé que el número de personas de 80 años en adelante se triplique entre 2020 y 2050, hasta alcanzar los 426 millones. Ante esta situación, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha declarado el periodo 2021-2030 como la Década del Envejecimiento Saludable con el objetivo de mejorar la vida de las personas mayores, sus familias y sus comunidades. El reto de los países pasa por poner en marcha medidas eficaces que contribuyan a logar este reto.

En los Estados Unidos de América, entre un 20 % y un 30 % de las personas mayores que se caen sufren lesiones de moderadas a graves, tales como contusiones, fracturas de cadera y traumatismos craneoencefálicos. Ante esta información, es imperativo saber por qué se producen estas caídas, cómo se pueden evitar y qué consecuencias tienen. Con este objetivo, Fundación MAPFRE ha actualizado su trabajo de investigación Estudio FALL-ER: registro multicéntrico de personas mayores de 65 años atendidas por una caída en servicios de urgencias españoles. Para elaborarlo se han analizado 1610 pacientes de 65 años o más en cinco servicios de urgencias hospitalarios de España.
Sensibilizar al entorno para que no ocurra
Las caídas son sucesos involuntarios que hacen que la persona pierda el equilibrio. Eso es lo que les sucedió a Carmen y a Antonio. Se pueden producir por mareos, tropiezos, resbalones, distracciones… causas, como hemos indicado, muchas de ellas evitables.
Según se van cumpliendo años, aparecen los trastornos físicos, sensitivos y cognitivos y es precisamente la falta de adaptación del entorno a estas necesidades de la población de edad avanzada una de las principales problemáticas. A esto hay que añadir los efectos secundarios de ciertos medicamentos, la inactividad física o la pérdida de equilibrio. De hecho, el 58 % de las caídas en mayores de 60 años se debe a factores extrínsecos y que, por lo tanto, se pueden prevenir. La meta pasa por minimizar el riesgo de caída sin comprometer la movilidad y la independencia funcional del adulto mayor y evitar la gravedad de sus consecuencias, tanto físicas como funcionales, psicológicas y sociales.
Nueve de cada diez personas de más de 65 años que sufren una caída tienen algún tipo de lesión y requieren de atención médica
Para lograrlo, es necesario sensibilizar y concienciar a los mayores y a sus familias del alto riesgo que tiene una caída y cómo ésta puede cambiar su actual forma de vida deteriorando la salud física y emocional. Y uno de los puntos más importantes: les puede volver a pasar. «Nunca pensé que me pudiera ocurrir a mí, aunque sí es cierto que he tenido especial cuidado en que esto no me pasara. Aun así, nunca se me ocurrió que fuera a tropezar con un cable. Afortunadamente estaba mi nieta para ayudar. Tengo que reconocer que uno de mis grandes temores es volver a caerme», reconoce Carmen.
Era la primera vez que se caía. Sin embargo, uno de cada cuatro pacientes había sufrido una caída en los 12 meses previos o un ingreso urgente en relación con las caídas, tal y como revela el estudio de Fundación MAPFRE. La mitad de los pacientes confirmaron tener miedo a volver a sufrir este incidente.
Datos que invitan a la reflexión
Las caídas en las personas de 65 años o más son un motivo de consulta habitual en los servicios de urgencias públicos españoles (6 asistencias por caídas con lesiones al día). Haber sufrido este incidente previamente es un factor de riesgo de nuevas caídas.
En este sentido, hay que destacar que 8 de cada 10 caídas se produjeron durante el día y fueron presenciadas por otra persona. Tal y como le ocurrió a Carmen, la ayuda de su nieta fue clave para llamar a emergencias. De hecho, en la mayoría de las ocasiones (68 %), la persona que se cae no puede levantarse sola: solo lo hace un 15,5 %.
Aunque una caída se puede deber a múltiples motivos, se ha demostrado que los factores extrínsecos o externos son los más frecuentes, siendo la causa en el 58 % de los casos. Entre ellos, dentro del hogar, hay que destacar el estado de los suelos y el uso inadecuado de alfombras o bañeras. Fuera destacan los tropezones con bordillos, suelos mojados, agujeros y socavones. Las patologías cardiovascular y neurológica se encuentran entre los factores intrínsecos más frecuentes relacionados con el paciente. Es relevante destacar que casi la totalidad de las caídas produjeron algún tipo de lesión que requirió atención urgente y que en 4 de cada 10 casos se produjo una fractura y una lesión intracraneal grave (en un 2,5 %). Precisar atención quirúrgica es frecuente y esto ocurrió en el 12 % de las asistencias.

Las caídas provocan repercusiones físicas y psicológicas, pero también funcionales: un 15 % de las personas que eran totalmente independientes se convirtieron en parcialmente dependientes y un 2 % en totalmente dependientes. Además, un 19 % precisó algún tipo de ayuda para la deambulación. El estudio también analiza el consumo de recursos extra e intrahospitalarios, así como la calidad de la atención urgente.
Así, se indica que una de cada tres personas necesitó asistencia médica en el lugar de la caída y el 46 % requirió una ambulancia para ir al hospital. Una vez allí, la prueba que más se realiza es la radiografía, en un 85,1 % de los casos. El 23,5 % de los pacientes atendidos en Urgencias necesitaron ingreso en el hospital. Por último, es preciso señalar que a los seis meses de sufrir la caída, el 11 % había fallecido y otro 11 % volvió a sufrir una nueva lesión.
Saquemos conclusiones
Para prevenir futuras caídas es importante profundizar en la búsqueda de posibles factores etiológicos de causa médica, así como en la eliminación de aquellos riesgos extrínsecos tanto en la vivienda como en la vía pública. Carmen tropezó con un cable que no debía estar ahí y esto le provocó una rotura de cadera con la correspondiente intervención. Más tarde se descubrió que Antonio estaba desarrollando Alzheimer y que, probablemente, fue uno de los motivos por los que perdió esa fuerza que necesitaba para bajar correctamente las escaleras. La clave pasa por sensibilizar y concienciar sobre los riesgos de las caídas y sus consecuencias.
Conozcamos para evitar. Adoptemos las medidas necesarias para que las caídas dejen de ser tan habituales como observamos en las urgencias hospitalarias.