TEXTO: IGNACIO GONZÁLEZ CASASNOVAS IMÁGENES: FUNDACIÓN MAPFRE
El programa de exposiciones de Fundación MAPFRE es en la actualidad una propuesta cultural que desde hace tiempo es objeto de continuado interés y de reconocimiento por parte de los amplios públicos interesados, tanto en España como en muchos otros países, en la cultura; si hubiese que resumir esa afirmación en una cifra no cabría sino invocar los más de quince millones de personas que a lo largo de las tres últimas décadas han visitado las cerca de 570 exposiciones de artes plásticas y fotografía organizadas en ese período. Pero para desembocar en este punto se ha recorrido un trayecto largo, exigente casi siempre y con frecuencia demasiado generoso en complejidades y problemas.
Todo empezó en 1988, con uno de los grandes protagonistas de la ilustración y el dibujo españoles del siglo XX como desencadenante. La Fundación había incorporado a su patrimonio un significativo conjunto de dibujos y óleos de Rafael de Penagos (1889-1954), que había sido el autor, en 1933, del primer cartel publicitario de MAPFRE. Con motivo de esa adquisición, en los meses finales de 1988 se puso en marcha un premio que, bajo el nombre del gran dibujante madrileño, distinguiría anualmente una obra de dibujo de un artista español. La convocatoria se acompañó de una exposición, Siete escultores con el Premio Penagos, en la que otros tantos conocidos artistas de entonces fueron invitados a dialogar desde la escultura con la obra de Penagos. La muestra se inauguró el 22 de febrero de 1988.
Con esta doble iniciativa se ponía en marcha la implicación de Fundación MAPFRE en el ámbito de la creación cultural artística. El proyecto arrancaba en un emplazamiento un tanto peculiar: la que enseguida será conocida como Sala Azca era el resultado de habilitar parte de una de las plantas del centro comercial Moda Shopping, propiedad de MAPFRE y emplazado en la zona financiera de la capital. La reforma que entonces se practicó dotó al espacio de todas las exigencias técnicas y una gran versatilidad funcional.
En aquella propuesta inicial quedaban ya significativamente enunciadas las que serán las dos señas de identidad esenciales de nuestra actuación en este campo: la elaboración de proyectos expositivos y la progresiva formación de una colección artística propia; o, en otras palabras: la divulgación dirigida al público general junto a una comprometida implicación institucional en la conservación y difusión del patrimonio artístico.
1989-1993, a la búsqueda de un proyecto propio, singular y valioso
Los años inmediatos, hasta 1993, serán lo que bien podría definirse como un periodo de aprendizaje y formación. Las exposiciones se suceden con sorprendente ritmo ascendente: si en 1989 se llevaron a cabo cinco muestras, el año 1992 acabó con un total de 19 exposiciones realizadas. En la propuesta cultural que implicaban, las exposiciones de esos años desvelan tanto el esfuerzo por mantener una programación regular y de calidad como una heterogeneidad temática (exposiciones sobre Gargallo, Eugenio Granell, Julián Grau, el surrealismo…) en la que se reflejaba la necesidad de explorar opciones a la búsqueda de un proyecto propio, singular y valioso. Por otro lado, ya desde estos años se hace patente otra de las características centrales del proyecto: la marcada vocación por extender las propuestas a otros públicos, más allá de los vinculados al espacio central de la actividad (Madrid), sobre todo en lo referente a la proyección del patrimonio artístico de la Fundación. Así, entre 1990 y 1992 las exposiciones dedicadas al fondo (óleos y grabados) de José Gutiérrez Solana y al Premio Penagos se pudieron visitar en un total de 14 ciudades de seis comunidades autónomas diferentes de España.
1993-2008, protagonismo de la Modernidad
En octubre de 1993 se inauguraba en la Sala Azca la exposición Julio Romero de Torres (1874-1930), en la que, al tiempo que por primera vez se mostraba una amplia antología del extraordinario pintor cordobés, se proponía una nueva interpretación de su obra, una reivindicación, más allá de la temática folclórica y el costumbrismo, de su significación en la tradición pictórica española y el valor de su pintura en el contexto de las propuestas artísticas de su tiempo.
La exposición sobre Romero de Torres marcó un antes y un después en el proyecto expositivo de la Fundación. Supuso un incontestable éxito de público (casi 120.000 visitantes) y posibilitó, sobre todo, que un espacio excéntrico como la Sala Azca quedara súbita pero firmemente insertado en el circuito cultural de una ciudad siempre muy activa y que, por otra parte, desde el acontecimiento que a principios de 1990 había supuesto la exposición dedicada a Velázquez por el Museo del Prado, había hecho de las exposiciones artísticas un elemento principal de sus prácticas de ocio cultural.

Un tercer y decisivo aspecto debe asociarse también a aquella muestra: el arranque de un proyecto expositivo a largo plazo, de un conjuntode propuestas desplegadas a lo largo del tiempo en torno a una idea central: la de recuperar y dar a conocer la forma en que la Modernidad artística (los profundos cambios que arrancan con la irrupción del Impresionismo y continúan en los sucesivos movimientos artísticos que se extienden hasta los años 30 y 40 del siglo XX) fue conocida, asumida y reinterpretada por los artistas españoles.
En torno a este propósito, y durante los siguientes 15 años, la Fundación desarrollará un amplio y sostenido esfuerzo (310 exposiciones, de las que 176 tuvieron lugar fuera de Madrid y 22 en el extranjero) como resultado del cual consolidó su papel como agente cultural de prestigio en la sociedad española (más de tres millones y medio de visitantes); trabó relación (por los proyectos compartidos y/o las obras prestadas) con las principales instituciones museísticas y artísticas de España y otros países y, entre otros aspectos, dio también ampliamente a conocer su compromiso institucional en la conservación y difusión de un patrimonio artístico que no cesaba de crecer a través de un programa de adquisiciones también regularmente sostenido (131 muestras dedicadas a las colecciones propias).
Las acciones concretas de aquellos años se resumen en varias líneas de actuación: ante todo, las grandes exposiciones antológicas de los principales protagonistas de nuestra modernidad pictórica, cuyo hito principal fue la dedicada a Joaquín Sorolla (1995) -otro importante episodio en el recorrido institucional por su profundo impacto (cerca de 160.000 visitantes)- y, junto a ella, las programadas, entre 1997 y 2005, sobre Rusiñol, Sunyer, Nonell, Casas, Regoyos, Echevarría y Joaquim Mir; por otro lado, las exposiciones temáticas, como las dedicadas al paisajismo (Los pintores del alma, 2000), La generación del 14 (2002), Luz de gas. La noche en la pintura española (2005) o Amazonas del Arte Nuevo, 2008); la paulatina incorporación al programa de propuestas internacionales (entre otras: Polonia, fin de siglo,2003; Serge Charchoune, 2004; Steinlen. París 1900, 2006, Camille Claudel, 2007; Rodin. El cuerpo desnudo, 2008) y, finalmente, la relación que, como resultado de todo ello, se traba entonces con instituciones como la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), el Museo de Bellas Artes de Bilbao, el Musée Rodin, etc.
2008-2015, actores y promotores culturales de proyección internacional
También un mes octubre, pero 15 años después de la apertura de Julio Romero de Torres, se abriría una nueva y decisiva etapa en la actuación cultural de Fundación MAPFRE. El 24 de octubre de 2008 se inauguraban las exposiciones España 1990. Entre dos siglos, Degas, el proceso de la creación y Las hermanas Brown de Nicholas Nixon y, con ellas, la nueva sala de exposiciones de la Fundación, emplazada en uno de los principales edificios de MAPFRE, el Palacio de la Duquesa de Medina de las Torres, en el número 23 del céntrico Paseo de Recoletos de Madrid. Aquello era mucho más que la apertura de un nuevo y representativo espacio: la cuidada antología de la pintura española entre las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX que allí se presentó ofrecía un excepcional resumen, a modo de cierre, del discurso en torno a nuestra modernidad artística desarrollado hasta entonces. Y como enseguida quedaría de manifiesto, la Fundación pasaba ahora a convertirse en actor y promotor cultural de proyección internacional.
En efecto: la exposición Impresionismo. Un nuevo Renacimiento, inaugurada en enero de 2010, expresó rotundamente esta nueva vocación internacional. La muestra, organizada con la colaboración del Musée d’Orsay, ofrecía en España, por primera vez, una excepcional antología de los grandes maestros del Impresionismo. Por la calidad de la propuesta y el enorme respaldo que recibió (327.000 visitantes), Impresionismo… proyectó con claridad el nuevo estatuto de laFundación, que quedaba así sólidamente insertada en un eje (el de los madrileños paseos del Prado y Recoletos) en torno al que se articula una de las grandes ofertas museísticas del mundo (Museo del Prado, Museo Nacional de Arte Centro Reina Sofía, Museo Thyssen-Bornemisza).
Desde entonces, y hasta la actualidad, las exposiciones de artes plásticas han continuado este carácter de grandes producciones internacionales, centradas por lo general en el periodo de la Modernidad y siempre con el concurso de museos e instituciones artísticas de relevancia internacional (el ya mencionado M. d’Orsay; Jeu de Paume; Centre Pompidou; Gallería degli Uffizi; MUNAL, México. Es el caso de Retratos del Centre Pompidou, Giacometti. Terrenos de juego, Picasso en el taller, Pierre Bonnard, Los Fauves o Descubriendo el Mediterráneo, entre otras, hasta sumar algo más de 60 exposiciones de artes plásticas hasta la actualidad, 15 de ellas en el extranjero, con cerca de dos millones de visitantes.

Poco antes de la transformación que marcó el traslado al paseo de Recoletos, la propuesta cultural de la Fundación había dado otro importante y novedoso paso adelante: la dedicación sistemática a la fotografía, como uno de los grandes lenguajes artísticos de nuestro tiempo. Desde entonces, adquisiciones y exposiciones de fotografía han seguido trayectorias estrechamente vinculadas en sus contenidos, con el propósito de formar progresivamente un importante proyecto a través del cual trasladar a la sociedad nuestra propuesta sobre el significado y la relevancia de la imagen fotográfica como lenguaje, ventana y dialogo entre el hombre y el mundo contemporáneo.
Exposiciones y colección de fotografía han dado a lo largo de estos años cuerpo a un proyecto en el que convergen tres líneas de interés: los indiscutibles maestros que, por su talento y su creatividad, han escrito, desde principios del siglo pasado, la historia de la fotografía artística (Eugene Atget, Paul Strand, Lisette Model, Walker Evans, Diane Arbus…); artistas en activo pero ya considerados “clásicos” de nuestro tiempo (Graciela Iturbide, Nicholas Nixon…) y aquellos otros que, con trayectorias más recientes, han alcanzado ya el reconocimiento internacional por la madurez y la singularidad de sus imágenes (Fazal Sheikh, Dayanita Singh, Anna Malagrida, entre otros).
Las exposiciones de fotografía muestran, de nuevo, un sostenido esfuerzo de recursos humanos y materiales que en poco más de una década ha logrado un amplio reconocimiento internacional: más de 120 exposiciones, de las cuales cerca de la mitad han tenido lugar en instituciones de otros países de Europa, Estados Unidos y América Latina —con frecuencia en centros de referencia artística y fotográfica internacional: MoMA; Nederlands Fotomuseum, Rotterdam; The Morgan Library & Museum, Nueva York; FOAM Fotografiemuseum, Amsterdam, etc.— y que en conjunto han recibido cerca de 2,8 millones de visitantes.
El tercer y último, hasta la fecha, episodio relevante de estos años recientes lo constituye la apertura, en otoño de 2015, de una sala de exposiciones en Barcelona. Tras una puesta en marcha de mucha notoriedad por la propuesta expositiva y el respaldo de público que recibió (la muestra El triunfo del color, de nuevo en torno al movimiento impresionista, con más de 150.000 visitantes), la Casa Garriga Nogués (un notable ejemplo del Modernismo catalán) se ha insertado con naturalidad en la vida cultural de Barcelona, convertida ya en un espacio familiar y de referencia para los públicos interesados en las artes plásticas y la fotografía.